domingo, septiembre 14, 2008

Una puerta doble 
Seis años después

Hacía tanto de la vida juntos que ya
el dos de enero caía de vuelta un martes
haciendo que la ceja de ella, asombrada, se alzara
como un limpiaparabrisas en la lluvia,
para que su tristeza empañada se fuera, y mostrase
el camino despejado que esperaba delante.

Hacía tanto de la vida juntos que una vez
empezó a nevar, parecía interminable;
por temor a que los copos la obligaran a cerrar
los párpados, los atajé con la mano, ellos
simulando no creer en aquella devoción de ojos,
me golpetearon la palma como mariposas.

Se había vuelto tan ajena toda novedad
que los enredos del sueño avergonzarían
cualquier hondura que el analista extrajese;
cuando mis labios soplaron la vela,
los suyos, aleteando desde mi hombro, buscaron
unirse a los míos, sin pensarlo siquiera.

Hacía tanto de la vida juntos que aquellas
rosas de papel hechas jirones ya no estaban,
y un bosque entero de abedules había crecido
junto a la pared, y de pura casualidad teníamos dinero,
y como lenguas sobre el mar, por treinta días,
el atardecer amenazó a Turquía con su furia.

Hacía tanto de la vida juntos, sin libros,
sillas ni enseres –sólo aquella vieja cama-
que el triángulo, antes de surgir,
había sido una perpendicular, la cabeza
de algún conocido cerniéndose sobre
dos puntos que se habían fusionado por amor.

Hacía tanto de la vida juntos que ella
y yo, con nuestras sombras unidas, habíamos compuesto
una puerta doble, una puerta que, aun si nos perdíamos
en el trabajo o el descanso, siempre estaba cerrada:
de algún modo sus hojas se abrieron y cruzamos
hacia al futuro, hacia la noche.

Six Years Later

So long had life together been that now
the second of January fell again
on Tuesday, making her astonished brow
lift like a windshield wiper in the rain,
so that her misty sadness cleared, and showed
a cloudless distance waiting up the road.

So long had life together been that once
the snow began to fall, it seemed unending;
that, lest the flakes should make her eyelids wince,
I’d shield them with my hand, and they, pretending
not to believe that cherishing of eyes,
would beat against my palm like butterflies.

So alien had all novelty become
that sleep’s entanglements would put to shame
whatever depths the analysts might plumb;
that when my lips blew out the candle flame,
her lips, fluttering from my shoulder, sought
to join my own, without another thought.

So long had life together been that all
that tattered brood of papered roses went,
and a whole birch grove grew upon the wall,
and we had money, by some accident,
and tonguelike on the sea, for thirty days,
the sunset threatened Turkey with its blaze.

So long had life together been without
books, chairs, utensils –only that ancient bed-
that the triangle, before it came about,
had been a perpendicular, the head
of some acquaintance hovering above
two points which had been coalesced by love.

So long had life together been that she
and I, with our joint shadows, had composed
a double door, a door which, even if we
were lost in work or sleep, was always closed:
somehow its halves were split and we went right
through them into the future, into night.

Joseph Brodsky (versión de Daniela Camozzi)

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