sábado, septiembre 06, 2008

Quemar las naves
Un viaje por el infierno

La frase, histórica, hace referencia a soltar amarras, a tirar el lastre por la borda, en definitiva, a liberarse. Pero quemar también es, históricamente, señal de liberación en tanto, según dicen, el fuego todo lo purifica. La imagen de los sucesos de ayer en el partido de Morón, también se inscriben en una suerte de ritual: el del maltrato a los pasajeros en manos de la empresa concesionaria, el de una servicio decadente por décadas, el del crecimiento poblacional sin control, entre otros. Rituales éstos, que no lo son por definición, en tanto se trata de historias continuadas en el tiempo más que episodios de calendario religioso. Sin embargo, las llamas abrazando la formación parecían explicar otro tipo de fuego. Áquel que arde de manera latente todo el tiempo en la mansa ira del llamado pueblo. Ira y pueblo fueron los dos conceptos que los medios usaron hasta el cansancio para explicar los hechos ocurridos en el conurbano. Pero también, la elección de estas dos palabras dejaba en claro algo que parece formar parte del evangelio de la comunicación: primero que la ira, al margen de ser un pecado capital, no es respetuosa de las instituciones; segundo, que el pueblo, al menos en el imaginario que sostienen los medios, es bueno, trabajador y como se dice "la gente no hace este tipo de cosas", refiriéndose a quemar una formación de la deficitaria e incumplidora empresa TBA. La gente o el pueblo, pueden marchar con velas en las manos o acampar todos los meses para ver una estatua de yeso en San Cayetano, pero nunca prenderían fuego una formación de trenes. La violencia para los medios siempre es fogoneada por el diablo de la política. Por otro lado, las instituciones, que los propios medios de comunicación no se cansan de hostigar por corruptas, inoperantes, etc.; son eficientes y defensoras de la democracia cuando impulsan una ley a favor de liquar los pasivos de un medio periodístico que contrajo deudas por doquier y son mucho más democráticas cuando promueven ajustes a una ley que favorece el crecimiento monopólico de un multimedio. Ahí, en esos casos, nadie piensa que se atente contra la diversidad de opinión ni mucho menos contra la libertad de prensa.

Quemar las naves, entonces, puede significar otras cosas. Los móviles, los actores secretos, el armado, si lo hubo, de los hechos, las acusaciones por parte de la empresa TBA y el Gobierno, pueden leerse e interpretarse con más o menos justicia, de muchas maneras; no es este el lugar para semejante hermenéutica. Lo que Deshecho señala, rescata, por su caracter poético, es la imagen de esos trenes en llamas. No podemos dejar de recordar los autos incendiados a las afueras de París, acaso por gente que sufre la misma marginación que nuestros actores del conurbano.

En todo caso, ese fuego, arde desde hace mucho, muchas veces se agita como una pequeña brasa esperando el momento de crecer.

1 comentario:

Depende dijo...

http://armandomundos.blogspot.com