domingo, diciembre 23, 2007

Duro de recordar


Bourne era el agente perfecto. Qué mejor que un tipo que mata sin culpa ni memoria. Un tipo que al final del día, después de bajar al muñeco que le fue encargado, se va a su casa, encarga una pizza y ve un partido de football por TV Sí, sería el agente perfecto. Más que obediencia debida, Bourne estaba programado para actuar como un oficinista, en la película, un “operador”. Un muerto, un expediente, un fichero, todo encaja en una lógica en la cual el Estado, entiende el control social y las prácticas para llevarlo a cabo como trabajo administrativo. No por nada, las oficinas de la CIA, desde la cual se dirigen secretos y transnacionales planes de seguridad, pueden ser oficinas como cualquier otra. Un alto jefe de la CIA, puede tener el portarretrato de su familia sobre su escritorio y tomar café en vasitos de papel como si fuera un importador de televisores o el dueño de una fábrica de ropa de lencería. Da igual, se cumple horario de oficina y se sostiene el mismo disciplinamiento burgués que puede mantenerse entre un gerente de piso y un empleado raso. La pequeña diferencia, pero sólo es tal porque se trata de distintos trabajos, es que mientras en un trabajo alguien ordena que se haga un llamado o se pase un fax, dentro de la CIA, se pide que se llame a un “operador” para liquidar un asunto pendiente que puede alterar –esta es la mejor razón de todas- de la seguridad nacional. Y acá quién puede titubear. Si se trata de la seguridad nacional, todo vale. Pero para mal de todos, así como Bourne un día fue programado, otro buen día –teoría del trauma mediante- se desprogramó, y he ahí la madre de todos los males. Lo que no debía recordarse, empezó a filtrarse fantasmalmente de a flashes y al pobre Bourne le surgieron más de un problema. No son tiempos ni empleos para ejercitar la memoria, menos aún para sacar los pies del plato. Así, a Bourne le empezó a surgir esto de “quién soy”, pregunta molesta si las hay. sobre todo si trabajabas para la CIA y de pronto te dicen que es mejor que mantengas una vida recatada. ¿Para qué vas a ventilar asuntos de trabajo fuera de la oficina? El asunto es que nuestro agente se tomo tres películas para encontrar la punta del ovillo. Tres películas, innumerables nombres falsos, decenas de pasaportes truchos –como si fuera argentino- multitud de locaciones. De este modo, lo que antes eran las películas de espionajes entre la izquierda y la derecha, ahora son espías fuera de control en clave high tech y surcando el mundo como un programa de cable para turistas trotamundos.Todo esto puede estar muy bien, pero hay cosas para pensar. Bourne después de todo era un buen pibe. Pasó los entrenamientos de la CIA, lo molieron a palos más de una vez, lo programaron y se desprogramó, manejó, voló, disparó, se peleó, se enamoró, se escapó, se angustió y sin embargo, nunca dejó de ser algo, allá en el fondo de su alma, a la Platón, que siempre quiso recordar. ¿Es que esto puede ser así?

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