domingo, mayo 06, 2007


Sobre un dragón llamado Cortázar

En una camioneta como esta de la foto, Julio Cortázar y su mujer Carol Dunlop, recorrieron la distancia que separa París de Marsella. En ese recorrido hicieron todas las paradas necesarias como para elaborar el libro Los autonautas de la cosmopista. Un libro de viaje, que es turístico si por turismo entendemos una variante de la aventura.

En homenaje a ese dragón, el texto que sigue:


Fafner

Hoy que la ciencia demostró que los mitos eran puro cuento –se comprobó que el caballo de Atila no sabía trotar– hay muchos para los que la existencia de Fafner no remite a nada. Algunos sostienen que es un índice mocho que no señala a ninguna parte. Y los que lo conocen de más cerca saben que con suerte y una fuerte bronquitis otoñal, apenas podría escupir una flama que no alcanzaría para encenderle el toscanito a un jubilado en la plaza.
Para todos es el triste emblema de una raza venida a menos. Su leyenda no asusta a nadie; es más, hay gente que, aún viéndolo en un buen día, jamás llegaría a relacionarlo con sus antecesores, aquellos brutos mastodontes que supieron sembrar el terror en la lejana Prehistoria. Este dragón famélico merma sus potencias, día a día, tras las rejas de su jaula en el zoológico municipal.
Las autoridades de dicha institución, están pensando en reemplazarlo por una tortuga marina de Nueva Guinea que en una pileta olímpica es capaz de permanecer días sumergida sin alimentarse. “Podría ser una gran atracción”, prometen en rueda de prensa. Pero hasta ahora son meras promesas electorales de quienes buscan perpetuarse en un cargo. Lo cierto es que el presupuesto es insuficiente y en lo que toca a Fafner, a nadie le interesa sostener monstruos pasados de moda. A decir de un conocido mío que trabaja en la administración del zoo, el grueso de los fondos que gira el Estado se dedica a mantener bien alimentados a la boa constrictora, las aves rapaces y al león, que el mes pasado, por aparente negligencia del cuidador, se merendó a un niño de unos seis años.
Se sabe que la jaula de Fafner, el dragón, hace un par de años que no figura como parada obligatoria en el plano que enseña el recorrido de la visita guiada. La melancolía tardía de algún chico obliga a que su madre lo lleve a ver la jaula de Fafner, pero cuando llega, la decepción ensombrece su rostro y el chico sale tirando del brazo de su progenitora y clamando por pochoclos y gaseosa.
Un psicólogo de animales que trató a Fafner el verano pasado elevó un informe que salió publicado en la revista veterinaria “La jungla de hoy”. Se puede leer en ese artículo cosas como “Fafner experimenta un estado depresivo, producto del desarraigo y la falta de filiación”. “Es cierto que se le buscó pareja”, compensa el especialista, pero se lamenta “resultó ser el último de su especie”. El artículo cierra denunciando el estado actual de las cosas “en el mundo de hoy” e invitando a reflexionar sobre cuestiones de medio ambiente y hábitat.
Fafner ajeno a esta bibliografía se muestra consumido en sus propios fuegos, oteando el horizonte hecho de edificios, fumándose de a poco.
Recientemente un canal especializado en flora y fauna, realizó un especial sobre dragones. Allí estuvieron toda una tarde montando luces y cámaras. El resultado fue un espectáculo circense donde se veía a Fafner tratando de cocinar unas brochetes que le pasaban a través de las rejas.
Dos días después de la emisión del programa, Fafner se apagó para siempre en su jaula. En la sección de sepelios de la revista antes nombrada se leyó el siguiente obituario: “murió hoy en el zoológico municipal, Fafner, el último dragón que quedaba”.

1 comentario:

Nippur dijo...

Hmmm, no, no. No era como este. Hmmmm parecido, ¿no sé? Mas bien no.
Recuerda que Fafner desplegaba unas alas impresionantes, que le daban un aspecto atemorizador, y nadie se animaba a acercársele.
Y entonces tal vez, no murió...porque ¿quien lo hubiera cazado?