sábado, febrero 11, 2012

Ahí

tardé un día en poder llorar al Flaco. El día que me enteré de su muerte no me pasaba nada. Pero como algo que no se puede digerir, algo que se traga pero tarda su tiempo en llegar a explotar, fue recién al día siguiente que no pude contener las lágrimas mientras leía las noticias de su entierro en los diarios. Desde ese día siento un vació ahí, en la boca del estómago. Es ahí donde me va a faltar algo por siempre. Quizá seamos varios los que de ahora en más andemos por la vida con ese hueco. Terminaremos nuestros días como un queso gruyere perforado por las ausencias que amamos. Es así, su ausencia demuestra que todo lo sólido se desvanece en el aire y que nuestra existencia no es compacta. Una ausencia que está presente y es igual a la que me dejó mi vieja cuando se fue, igual, así de grande, así de loca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y bueno, Esteban, todos vamos a morir. Por eso importa la obra más que la vida misma. Hermoso el tema de Spinetta en inglés. No lo conocía.
Luis Gruss en vacaciones laborales obligatorias...