Las vacas se volvieron sagradas, también en la Argentina. Aquel dicho famoso en boca de Minguito

Pero ahora el campo nos niega la carne: suben los precios, escasean los cortes; la carne se vuelve a conformar como un objeto extraño, para pocos. Los que acceden a un bife se topan con musculatura impenetrable para una dentadura humana. Tensas fibras pletóricas de anabólicos, las terneras parecen patovícas nerviosos. Hasta los pollos están estresados por pasar noches en vela, bajo el engaño de luces artificiales alimentándose a base de transgénicos. Estamos, lejos de las parrilas y cerca del horno.
Lo único que nos queda es admiran la carnalidad de Pampita. Cual cifra de renta perdida en manos de las patronales, su culo remeda los años dorados de la Pampa húmeda en donde los estacieros de la oligarquía daban de comer a sus vacas la mansa hierba de nuestra patria.
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