miércoles, octubre 12, 2011

Mediaciones

Julián está cerca de cumplir cuatro años. Está en la sala de sapos en un jardín del barrio. Le gusta pintar como a todos los chicos y casi como a todos los seres humanos que aun llevan consigo algo de humanidad. Me sorprende que a menudo obvie la paleta de colores. Yo le doy la paleta con un color por cada hueco y él comienza usando ese orden, pero al rato lo veo apretando los colores directo sobre el papel. A mi mujer también le llamó la atención esta operación. Yo dije que Julián eludía la intermediación burguesa que representa la paleta. Ir del pomo al soporte y mezclar directo sobre la superficie se parece a un readymade. Si la vanguardia –como gran invento burgués- tuvo paradójicamente la intención de reformular la praxis artística, la relación entre arte en vivo, tiempo y producción de obra, fue porque todo movimiento tiene en ciernes un aire renovador, pero nada más. Ayer Julián pintaba y le preguntó a su madre si podía pintar con los dedos. La madre le dijo que sí. Julián le preguntó: “y entonces ¿para qué me dan pinceles?”

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