lunes, marzo 02, 2009

El negocio de la diversidad

(apunte inconcluso sobre este inmundo mundo de los publishers y sus cerditos editores)

Luego de la crisis de 2001, muchos editores vieron la posibilidad de desarrollar proyectos al abrigo de la diferencia cambiaria. Surgieron así, muchas ediciones que reemplazaban a las por entonces costosas ediciones españolas. Libros clásicos, en dominio público, volvían a encontrar en ediciones nacionales a sus posibles lectores y esto era, por otra parte, una legítima forma de construir un catálogo que permitía hacer un mix entre títulos consagrados de venta lenta pero segura con novedades de más riesgosa salida.

Pasaron algunos años y las editoriales extranjeras se reacomodaron en el mercado a través de un proyecto de concentración de sellos en pocas manos. Estos grupos editoriales apostaron a producir grandes cantidades de títulos –entre novedades y reimpresiones- de modo de cooptar la mayor parte de los espacios de venta y exhibición. Los pequeños editores, por su parte, quedaron librados a los intersticios que las “grandes” editoriales dejaban descubiertos. Lo mismo ocurrió con los catálogos. Los editores pequeños entendieron que debían generan nuevas apuestas para competir en un sector del mercado desatendido por los grupos editoriales, de modo que se dedicaron a explorar autores, títulos y temáticas.

En este contexto, preocupados por las problemáticas actuales del mundo del libro, aparecieron organizaciones de editores –en España, Argentina, entre otros países- que se agruparon para definir una posición identitaria –la del “editor independiente”- desde la cual señalar las vicisitudes de la actualidad del mundo del libro.

Estas agrupaciones de editores trabajan bajo dos ejes: por un lado, se preocupan por definir el rol independiente del editor; por otro, elaborar un concepto llamado “bibiodiversidad”, para denunciar en qué medida la oferta plural de títulos se ve afectada cuando domina la escena la lógica mercado.

Marcar la diferencia entre el editor independiente y la edición concebida desde un gran grupo editorial significa distinguir, entonces, las lógicas de producción, comercialización y hasta de concepción de un proyecto de catálogo. Se trata de explicitar que el editor independiente se mueve por principios ligados más al desarrollo cultural y la responsabilidad del editor como actor cultural, que a las urgencias de los objetivos financieros o a los designios de los planes de marketing.

La bibliodiversidad, por su parte requiere de políticas de apoyo estatal vía subsidios o planes de promoción de los pequeños editores, que compensen la desigual presencia en el mercado frente a los grupos editoriales que a menudo dominan la escena en los puntos de ventas.


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