miércoles, enero 24, 2007

DESHECHOS BAJO TIERRA

Hoy presentamos:
No puedo respirar

La empresa Metrovías llama al calamitoso sistema de aireamiento de los túneles, pasillos, andenes, etc, que conforman su red de transporte público: "ventilación forzada"; mejor deberíamos llamarlo "respiración forzada".
Si alguien toma el subte a diario, notará -salvo que en lugar de ser humano, sea una especie de pez de aguas cálidas que desprecia el óxigeno- desde que entra hasta que sale de la red, lo dificultoso que se hace respirar.
Cuando se está por entrar -tomemos por ejemplo el acceso ubicado en Bolivar e Hipólito Yrigoyen- lo primero que se percibe es un calor insoportable que preanuncia el castigo que se avecina.
Como puede haber personas distraídas es bueno señalar un descubrimiento -dicho sin soberbia- que hizo nuestro equipo de colaboradores.
Uno de nuestros enviados nos comentó su experiencia al preguntarse cómo era ese calor que sufría como un cachetazo cada vez que estaba a punto de descender las sucias escaleras que lo iban a llevar a la boletería. ¿Era un calor seco como el del Altiplano? No. Era más parecido al calor vaporoso que inunda los vestuarios de un club al momento de las duchas.
Alucinado bajó las escaleras buscando la boletería donde comprar su pase. Después de hacer la cola de rigor llegó a la instancia de la compra. Pagó, y de golpe –nunca antes había reparado en eso- sintió entre sus dedos un gélido cartón. Miró sorprendido al boletero y lo vio abrigado como Björk en uno de sus videos islandeses. Tocó el vidrio de la cabina y la misma sensación de alivió y sorpresa recorrió sus dedos: el cristal estaba congelado. Aún dentro del instante que duró la transacción buscó el origen del frío y lo encontró en la carcasa blanca de un split. Tomó su pase y se retiró a unos metros del lugar. Buscó, a pesar de la mala iluminación del ambiente, dónde estaba la otra mitad del aire acondicionado que tanto frescor propiciaba a los trabajadores del subte. La encontró. Arriba de la cabina, pero algo disimulada, por no decir escondida, detrás de un cartel de la compañía, se hallaba la otra mitad del paraíso helado: un compresor exudaba el calor vaporoso hacia el pasillo donde los pasajeros se deshidrataban sin darse cuenta. Buscó con la mirada otros espacios dedicados privativamente al personal de la empresa y comprobó que cerca de esas puertas que advierten “privado”, se podían divisar diversos compresores, repitiendo la misma operación. “¿Quién fue el genio que puso esto así?”, fue la primera pregunta que acudió a su mente. Los días pasaron y los viajes en subte se sucedieron con la misma frecuencia que la rutina laboral exige y durante esos días se dedicó a buscar los aparatos de aire acondicionado dispuestos en las estaciones de subte y comprobó el horror. El calor infernal que amasa nuestros pecados bajo tierra es producido en su mayoría por los centenares de “aires” colocados como nadie, ninguno de nosotros colocaría ese dispositivo en su casa. Es decir lanzando el calor hacia dentro de nuestros dormitorios y exhalando el frío hacia el espacio exterior.

No hay comentarios.: