miércoles, diciembre 14, 2011
martes, diciembre 06, 2011
jueves, noviembre 24, 2011
viernes, noviembre 18, 2011
jueves, noviembre 17, 2011
miércoles, octubre 12, 2011
Mediaciones
Julián está cerca de cumplir cuatro años. Está en la sala de sapos en un jardín del barrio. Le gusta pintar como a todos los chicos y casi como a todos los seres humanos que aun llevan consigo algo de humanidad. Me sorprende que a menudo obvie la paleta de colores. Yo le doy la paleta con un color por cada hueco y él comienza usando ese orden, pero al rato lo veo apretando los colores directo sobre el papel. A mi mujer también le llamó la atención esta operación. Yo dije que Julián eludía la intermediación burguesa que representa la paleta. Ir del pomo al soporte y mezclar directo sobre la superficie se parece a un readymade. Si la vanguardia –como gran invento burgués- tuvo paradójicamente la intención de reformular la praxis artística, la relación entre arte en vivo, tiempo y producción de obra, fue porque todo movimiento tiene en ciernes un aire renovador, pero nada más. Ayer Julián pintaba y le preguntó a su madre si podía pintar con los dedos. La madre le dijo que sí. Julián le preguntó: “y entonces ¿para qué me dan pinceles?”
miércoles, octubre 05, 2011
sábado, septiembre 24, 2011
domingo, septiembre 18, 2011
viernes, septiembre 09, 2011
martes, septiembre 06, 2011
X me dijo un día “cuando yo era comunista…” esto me dejó algo triste. Pensé “X habrá conocido el paraíso?”, “¿el paraíso nunca existió y por eso X lo dice con algo de ironía, sabor a derrota o un resto de sorna?”. Ayer vi el último número de la revista Le Monde. Un ensayo fotográfico daba cuenta de lo que el magazine llamaba “nostalgia por la Unión Soviética”, se refería a la nostalgia por sus objetos de uso cotidiano, pero se adivinaba entre líneas una relectura de aquel pasado que ni bien caída la URSS fue saldado rápidamente pero que hoy, al calor de nuestros días, parece ameritar otra lectura.
X sigue convencido de que hizo bien en abandonar su pasado, pero sin embargo lo recuerda cuando se jacta de haber vivido en una especie de edad de la inocencia. Y lo loco es que lo que contrapone a esa inocencia no es nada nuevo, ni siquiera justo. Pensé que el comunismo podría ser un estado de conciencia. Pero esto me resultaba algo metafísico frente a tanto materialismo del pensamiento marxiano. Pensé que quizá nunca fue lo creyó ser y por eso cierta liberación de sí mismo no tendría el sentido que él cree darle. Se podrían imaginar muchas combinaciones entre lo que fue, lo que creemos que fue, lo que dejamos atrás, lo que creemos dejar detrás, lo que imaginamos vivir ahora, lo que creemos que es la novedad, lo que oponemos a la inocencia, lo que nos tranquiliza, lo que perdemos con el tiempo, lo que creemos ganar.
martes, agosto 23, 2011
lunes, agosto 22, 2011
lunes, agosto 15, 2011
domingo, julio 31, 2011
lunes, julio 25, 2011
sábado, julio 23, 2011
domingo, julio 10, 2011
miércoles, junio 22, 2011
miércoles, mayo 25, 2011
miércoles, mayo 11, 2011
Encantadora de serpientes
El monumento a la soberbia en la Argentina debería, deberá, tener la figura de Sarlo. La señora que nunca duda, curiosa propiedad para un intelectual. Porque Sarlo se interroga, pero eso sí, nunca duda. Ella que siempre tiene un análisis presto, un discurso amado y redondo, y claro, una discursividad propia de alguien que se entrenó dando clases de literatura en la Universidad de Buenos Aires. Y como ese título que de profesora de literatura devino por propia voluntad en un aval para la “critica cultural” (no sabemos dónde expiden ese documento, pero bueh…) en ese decurso, todo entra. Es decir, cualquier problema puede caer en su esfera y su lupa y su batería de recursos sirven para radiografiar no importa de qué conflicto se trate y salir no solo indemne sino convencida y preparada para asombrar a los Leucos, y poder, cómo no, escribir columnas de opinión (mera doxa) en los medios vernáculos que a esta altura de los sucesos, tanto la aman.
Así, Sarlo puede decir que “la universidad” (que a esta altura habla por su boca) ya estudió al peronismo por todos lados y que el peronismo no presenta para los “intelectuales” ese núcleo duro o “resto resistente” al que no podían acceder. Vale decir que ya no presenta misterios y dicho esto lo que sigue en tierra llana. En la gesta imperial de Sarlo todo puede ser leído sin miedo al error. Porque ella nunca está para el momento en que sus análisis se caen vencidos por la vida o sus tímidas predicciones desfallecen frente a la “realidad”. Ella pasó, tiró su bomba, siguió camino, sin problemas. Nadie le pasa factura de nada.
Ahora arremete contra K en un nuevo libro publicado hace unos días. Dos palabras en su tapa estigmatizan un proceso que (mal que le pese a ella) es democrático. Dos: cálculo y audacia. Y también unas fechas 2003-2010. Fechas como para indicar que algo está cerrado. La tapa del libro de Sarlo es una suerte de lápida. La partida de defunción de un proceso (democrático) que ella sin dudar expidió respondiendo a la demanda a de un editor interesado en el rédito berreta de un libro berreta.
miércoles, abril 06, 2011
miércoles, marzo 23, 2011
miércoles, marzo 16, 2011
domingo, marzo 13, 2011
jueves, marzo 10, 2011
domingo, febrero 27, 2011
domingo, febrero 20, 2011
Elegías romanas (versión caradura de una obra de Goethe)
Elegías romanas porque todas las negras camboyanas nacidas en campos para refugiados te cansaban con su aliento a cebollas hervidas. De las hijas de cónsules perversos que suelen concurrir a las reuniones de la embajada, hubieras escogido a las altas y rubias, pero a la hora de decidir volvías a tu vieja preferencia, las chicas de la Piazza Spagna. De las torpes indonésicas budistas, con sus vientres cansados y febriles o las bucólicas geishas que atentas sirven el té en salones de papel de arroz, considerabas superiores a tus romanas. Cuando una teutona te hablaba de filosofía o una francesa te hacía sentir su perfume; cuando una española te bailaba una jota o una gitana te leía las manos; cuando una carioca te susurraba al oído o una inglesa de sonreía tristemente, te quedabas mudo y con la mirada perdida te decidías como siempre por tus muchachas. A todas las bañistas húngaras considerabas elementales y, parejamente, a las nórdicas tildabas de superficiales; con cada una de las esposas de un sultán soñaste dormir o comer uvas, pero a la vuelta de esos divagues sabías que en Roma estaba tu destino. Volvías a elegir romanas cuando una portuguesa te recitaba poemas o cuando una traductora rusa te prestaba ayuda en el aeropuerto de Moscú. Por otros lugares paseaste tus inquietudes: te hartaste de las americanas de Bostón, te aburrió la tonada de las panameñas y te resultó poco estimulante la actitud de las paraguayas. Las porteñas te cayeron demasiado cursis y las australianas, por demás ingenuas. Al final del trajín, tu elección caía por su propio peso. Te sentabas a la mesa de un bar de la strada Rivoli y pedías un expresso mientras veías a tus chicas cruzar la calle, comprar flores o encender cigarrillos.