X me dijo un día “cuando yo era comunista…” esto me dejó algo triste. Pensé “X habrá conocido el paraíso?”, “¿el paraíso nunca existió y por eso X lo dice con algo de ironía, sabor a derrota o un resto de sorna?”. Ayer vi el último número de la revista Le Monde. Un ensayo fotográfico daba cuenta de lo que el magazine llamaba “nostalgia por la Unión Soviética”, se refería a la nostalgia por sus objetos de uso cotidiano, pero se adivinaba entre líneas una relectura de aquel pasado que ni bien caída la URSS fue saldado rápidamente pero que hoy, al calor de nuestros días, parece ameritar otra lectura.
X sigue convencido de que hizo bien en abandonar su pasado, pero sin embargo lo recuerda cuando se jacta de haber vivido en una especie de edad de la inocencia. Y lo loco es que lo que contrapone a esa inocencia no es nada nuevo, ni siquiera justo. Pensé que el comunismo podría ser un estado de conciencia. Pero esto me resultaba algo metafísico frente a tanto materialismo del pensamiento marxiano. Pensé que quizá nunca fue lo creyó ser y por eso cierta liberación de sí mismo no tendría el sentido que él cree darle. Se podrían imaginar muchas combinaciones entre lo que fue, lo que creemos que fue, lo que dejamos atrás, lo que creemos dejar detrás, lo que imaginamos vivir ahora, lo que creemos que es la novedad, lo que oponemos a la inocencia, lo que nos tranquiliza, lo que perdemos con el tiempo, lo que creemos ganar.
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