miércoles, junio 25, 2008

Vengo de la militancia

Puede ser otra de esas marchas que fluyen por la avenida de Mayo para desembocar en la vieja Plaza, ahora llamada: "Plaza del amor". Puede ser otra tarde u otra noche. Se pueden ver banderas rojas flameando en el viento frío del invierno. Se pueden escuchar viejas consignas entonadas con melodías robadas de las gradas del fútbol. Puede que haya llovido o ser un soleado día de Mayo. Puede ser todo esto, y acaso lo es. Lo que sí, lo que de seguro vamos a encontrar, es al viejo militante. Nosotros, cerca nuestro, entre nuestros allegados, también tenemos uno. Se trata de esos señores que cultivaron la panza y que acarician la jubilación, mientras los domingos temprano van al kiosco a comprar Página 12. Nuestro militante, llega a la plaza porque parece que la historia prepara otro de sus reveses. El militante, con aire cansado y expresión curtida en su rostro, le muestra a otros militantes como él, que los años lo volvieron más cínico, más escéptico, y más sabio. Pero sobre todo, lo volvieron capaz de echarle en la cara a cualquier joven su currículum de viejo militante, sobreviviente de tantas batallas. Nuestro héroe, las vivió todas y siempre, cada vez, en sus anécdotas, se salva raspando de no haber engrosado la lista de los desaparecidos. Por eso dice con orgullo, como supo decir un ex funcionario, "vengo de la militancia", resumiendo con eso cualquier historia posible, pero por encima de todo, dejando claro que los protagonistas de la Historia no están para ser cuestionados. Nuestro héroe se junta con sus pares en la esquina cercana al Cabildo, lejos de los apretujones de los adolescentes, siente que su edad le permite ver mejor cómo se mueven los actores en la escena. Es que él ya no está para el fragor de los cuerpos. Nuestro militante sigue siendo aquel viejo cuadro que hoy es más veloz con la mente que con las piernas. En esa esquina charla de los secreteos políticos. Él, como sus pares, conoce la cocina del poder, aunque esté ahí, en esa esquina, y nadie en los círculos de influencia conozca su nombre y existencia. Él es como el soldado anónimo, el verdadero actor de la revolución que nunca llegó. Nuestro militante dice frases como “ese perro era monto y ahora trabaja para…” o “fulano es un bicho, era delegado pero se sentaba a negociar con la patronal”. Nuestro militante siempre tiene un amigo que tiene un primo que es conocido del chofer de tal o cual en el gobierno que le contó que los tipos iban a ir para atrás con el tema de los salarios y la inflación. “¡Qué bastardos!”, profiere con una sonrisa mientras uno de sus dedos años hurga en su barba cana. La tarde puede hacerse noche y la marcha convertirse, como otras veces, en un tour político por la avenida de Mayo. Nuestro militante siente que es hora de volverse a su casa para mirar la tele o escuchar ese disco de jazz que compró en la promoción del diario dominical. Con la desconcentración de la gente, se despide de sus amigos y se vuelve a casa con su hijo, un adolescente rockero que escucha cumbia y que no entiende nada del mundo. Su padre, claro, mientras soñaba con la revolución sólo alcanzó a regalarle un par de comics y un número de Mafalda, los que por supuesto su hijo nunca leyó. Vistos desde atrás parecen un viejo y un joven, curiosamente, vencidos los dos. Nosotros tenemos un militante cerca, un viejo militante. Al principio nos pensamos que era una especie de Che Guevara, un sobreviviente de una época de héroes con valores incorruptibles; así, el poder de sus historias. Hoy, después de tanto escucharlas, nos dimos cuenta, nos convencimos, que sólo es un señor gordo con barba.

2 comentarios:

Nippur dijo...

Y bueno, pero quiero creer que ese viejo militante –o señor gordo con barba– y el joven, vencidos ambos, y –tal vez– boludos , no irían nunca a un espectáculo tan estúpido y nefasto, como son los "cacerolazos". Porque para mi gusto –modesto– esos ya superan el colmo de la boludez. Que espectáculo tan infame, tìpico de argentino medio... (bueno, podría seguir agregando cosas)
Saludos

Anónimo dijo...

-Mirá... me gusta como escribís pero no concuerdo con tu punto de vista. Ok... el viejo setentista nunca será el sujeto revolucionario pero tampoco se merece estos sarcamos. Prefiero al viejo zurdo o al progre movilizado que las multitudes blumberistas o caceroleras de sta. fe y callao. Nosotros, los cuarentones y treintañeros, porteños, clasemedieros, poco podemos exhibir salvo haber corrido alguna vez huyendo de los gases. Cuidado con la tentación de criticar y criticar
no sea que de tanto demoler la medianía pequeño burguesa allanemos el terreno a los planteos reaccionarios y fascistizantes.
"El payaso barricada"