La letra con sangre...
Es increible lo tarde que uno puede aprender las cosas. Con mis cuarenta y dos años cumplidos hace poco más de un mes, recién hoy me entero de que iba aquél viejo dicho que se inicia con las palabras que titulan esta nota. Hoy presenté un libro de mi editorial en la librería Eterna Decadencia. Mis libros no estaban porque el imprentero no me los dio a tiempo, parece mentira. Sin embargo, esto no fue obstáculo suficiente, porque mi autor presentaba otra obra suya publicada por la mencionada editorial de la librería en cuestión. Las cosas salieron adelante. Se presentó el de Eterna Decadencia y se anunció la pronta salida del mío. Lo que hoy me terminó de caer, cual ficha, era a qué se parecía la coqueta instalación de la librería. Sí, de pronto, lo vi con claridad: se parecía, más bien remedaba, a una estancia de la Patagonia. Até cabos. El dueño de la editorial-librería es heredero de una familia con grandes extensiones de tierra en nuestro bien amado Sur; familia que además regentea una cadena de supermercados que se reparten a la largo de la Patagonia. Supe, de golpe, que ese emprendimiento cultural, estaba financiado por la última avanzada del roquismo en el siglo XXI, roquismo que está más vivo de lo que creemos. La letra con sangre entra.
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