Deshecho en Bajo Flores.
Apuntes sobre el asunto Bolivia Construcciones
Un fantasma recorre el desprolijo trazado de las calles del Bajo Flores. Ese fantasma no es otro que el revuelo producido por el radical debate que encendió la premiación y el castigo de la novela Bolivia Construcciones, triunfadora del concurso La Nación-Sudamericana, excomulgada luego por plagiadora de la novela Nada de Carmen Laforet.
Como sabemos, la historia de la toma de posiciones en nuestra patria nunca aprendió a contar hasta tres. Así, todo debate se dirimió siempre entre quienes estaban a favor o en contra: Federales o Unitarios, Azules o Colorados, Radicales o Peronistas, estatistas o privatistas. En el caso que nos toca, aquellas antiguas dualidades se convierten en a favor de Bolivia Construcciones o del lado de su defenestración.
Hasta hace muy poco, los bolivianos del sur de la ciudad, pasaban sus días acunados por la cadencia de la cumbia villera o sacudidos por las disputas territoriales de los narcos.
Hoy, en cambio, están conmocionados por un debate que los toca de cerca. No, no se trata de la discusión respecto de un digno planeamiento urbano para el Bajo Flores, ni de una esperada intervención del Estado en materia de seguridad para esa castigada barriada, mucho menos, la conmoción se debe a que las virtudes del plan económico del presente gobierno, no terminan de pulverizar la famosa brecha de la desigualdad social.
No, lo que les sucede, lo que les acaece, es el debate –que los tiene de referente si es que hay algo fuera del discurso– en el cual los intelectuales de la carrera de Letras y sus sucedáneos –suplementos literarios, programas especializados, etc.- no dejan de dispararse de una vereda a la otra de sus ideas, remedando a la manera de una sutil cita, la vida cotidiana de los sujetos que la ficción en cuestión (Bolivia…) quiere “(re)construir”.
Esto, fiel a la tradición bipolar mencionada líneas atrás, dispone un juego de dos escenarios que podrían multiplicarse en espejo varias veces: la ficción y la realidad, los que están a favor o en contra, los premios y los castigos, los originales y las copias, los intelectuales y el pueblo, lo alto y lo bajo, los críticos y la crítica, etc., etc.
Lo cierto es que en los pasillos de la villa que Aira supo entrever como un arbolito de navidad en su novela La villa, los bolivianos cambiaron sus cds truchos de cumbia villera por otros de música contemporánea y hasta apagaron sus televisores para salir corriendo a conseguir, como sea, el material bibliográfico donde encontrar una salida al complejo berejenal teórico en el que se encontraron o se sintieron puestos.
En un salvavidas terórico, Elsa Drucaroff (profesora de Letras) les propone (a los habitantes de la ficción-realidad del Bajo Flores) que podrían empezar con textos del grupo Bajtín.
Porque la historia tiene vueltas que suelen ser insospechadas ¿quién iba a decir que un debate entre intelectuales, en principio un mero rumoreo académico, se iba a transformar en este estado prerrevolucionario que se respira en el aire como en las vísperas del famoso octubre rojo?
Convencidos de que la cercana revolución se amasa en los calurosos debates nunca exentos de sesudos intercambios de ideas, los bolivianos se empapan con la teoría literaria del siglo XX y se plantean por ejemplo “qué es la intertextualidad y cuáles pueden ser sus alcances”, se animan a pensar “qué es un autor” y se trasnochan dilucidando de qué manera el territorio de la literatura debe estar a salvo de los alcance de lo que Panesi llamaría una lectura legalista sobre la producción literaria.
A la que los bolivianos agregan: “si acordamos con Panesi que la primera lectura del jurado sobre Bolivia Construcciones fue literaria y la segunda fue jurídica, por lo menos debería haberse leído la novela una tercera vez”.
Sugerencia para ser tenida en cuenta, sin embargo, los bolivianos saben que viviendo en un país de lógica binaria una tercera lectura es casi improbable.
Mientras tanto, en los pasillos de la facultad de Letras crece el amargo rencor de las capillas. Unos y otros, siempre en parejitas, se disputan las verdades, las ponencias, las aguantadas de parada, para ver quién, de qué manera, se queda con el reino un poco más de tiempo. Cada vez que aparece un paper polémico y en él se lee un halago, todos sabemos que detrás de esa flor puede aparecer un cuchillo como aquel que analizó Martinez Estrada.
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