lunes, marzo 31, 2008

La cosmética es poner en orden el caos

Las imágenes nos enamoran. Estamos en la era de la televisión en todos sus formas: qué es internet sino una televisión interactiva. Los medios por su parte, hacen de la imagen su nueva espada. A tal punto esto es así, que los periódicos desde hace más de una década han volcado su estética hacia el modelo visual de las revistas.


Foto gentileza diario Página 12 - 31 de marzo de 2008 (izquierda)

Los periódicos de hoy en día nada tienen que ven con los abigarrados papeles de principio de siglo XX. En nuestro presente gana el diseño y los


Foto gentilieza diario Crítica (blanco y negro)


preceptos de la Bauhaus están más vivos que nunca. La fotografía se volvió protagonista y sus editores pesan tanto como los redactores. Se manda a la calle a los fotográfos en busca de una imagen que ilustre esa crónica que ya está escrita en la línea ideológica del diario.

Queremos en esta breve nota, nosotros también, ilustrar lo que decimos. Dos ejemplos: la maliciosa foto -especialmente elegida- del pasquín de Lanata, "Crítica" y la glamourosa imagen que rescatamos del Página 12 del día de la fecha. Porque la belleza mata, los cosméticos aplacan la ira o ¿tal vez la desatan?

100 % Fusilado

Esta semana se cumple un año del asesinato del docente Fuentealba.
No lo olvidamos.

lunes, marzo 24, 2008

P... por un sueño








Diva italiana en la Argentina
Sensibilidad Pro









Mauri ¿cuándo nos vamos?
Van a estar buenos "los piletones".

jueves, marzo 20, 2008

No more bifes








La izquierda ruralista hace paro pero no quiere desalambrar

martes, marzo 18, 2008

Dicen que la revolución está a la vuelta de la esquina y que unos metros más adelante está la policía esperando para reprimir

El porro causaría estragos en la crisis financiera de los Estados Unidos

El nuevo ministro de Seguridad Deportiva explicó su plan

Sube el precio del cubito de hielo

lunes, marzo 10, 2008

Cualquiera de nosotros
(Adelanto de la última novela de Esteban Zabaljauregui)


Mi padre es alemán. Llegó a Argentina con sus padres en el año 36, huyendo del nazismo. Según sé, él y mis abuelos lograron escapar gracias a los buenos oficios del cónsul argentino en Berlín. Ya entrado en mi juventud, me enteré por otros canales distintos a mi padre, que el salvoconducto que les permitió salir de la Alemanía Nazi, habría estado relacionado con “ciertos” favores que el cónsul argentino le habría pedido a mi abuela. Claro que esta versión nunca pasó de ser una suerte de leyenda negra.
Lo cierto es que mis abuelos se ganaban la vida trabajando de bailarines en el Tabarís. Tenían una pareja de baile que se llamaba “Los Jardins”.
Por su parte, mi padre y mi madre, fueron unos jóvenes de los años sesenta: modernos e inexpertos. A mis tres años ellos ya estaban separados. La de ellos, pienso a veces, es la historia de dos jóvenes que se casan para escapar de sus respectivas casas, de sus respectivos padres. Lo que los golpeó, por decirlo de algún modo, fue el nacimiento de mi hija. Eso los transformó en abuelos. Podríamos decir que hay tres edades en la vida: los padres, los niños y los viejos. Éstos últimos son lo mismo.

Muy rápido me corté solo. Elegí una especie de existencia solitaria. Relativamente autista, digamos; o de un autismo razonable, para que no me molestaran, ni con exigencias, ni con proyecciones de sus deseos, y que yo tuviera que cumplirlos. Me di cuenta muy rápido que no debía crear problemas, que la estrategia de vida era pasar invisible, inadvertido, que si lo lograba iba a poder hacer más cosas. En cambio mi hermano mayor, que era el que hacía travesuras, el que rompía alfombras con tijeras y ese tipo de cosas, llamaba la atención y la atención que el atraía me daba a mí como un mayor espacio de libertad. Siempre sentí que la existencia de mi hermano, ese mundo de dos que formábamos, me garantizaba, que si por alguna razón todo en el mundo desaparecía, yo tendría a mi hermano para convivir en medio de la desolación. Un mundo de a dos donde él estaría para ser de una forma u otra mi reflejo, pero también mi diferencia.

Pero esa desolación era quizá anticipatoria. Mis padres se separan siendo yo muy niño. Entonces ese mundo del otro, del espejo, se concretiza, como si de pronto cayera en una isla como un naufrago. Mi padre, con el tiempo se vuelve a casar, él siempre se separa y se vuelve a casar. Tiene una gran capacidad para generar parejas y, seguramente, una idea muy peculiar del amor. Una idea más cerca del consumo del amor, de un amor ultramoderno, de supermercado. Mi madre, por su lado, hace lo mismo. Y cada uno por el suyo, vuelve a tener hijos. Ya mayor, mi padre se vuelve a separar y se vuelve a casar, de ese matrimonio tiene una última hija. El resultado es que todo es un gran lío. Descubrí que tenía hermanos, aun sabiendo que ya los tenía y como eran y son bastantes me gusta la idea de que siempre quede algo, ahí, desconocido, que en algún momento se me va a revelar. Aunque pensándolo de otra manera, todo depende de la eterna juventud de mi padre. Mi padre, como macho cabrío, como perenne reproductor, como inagotable proveedor de bienes. Siempre viril, siempre turgente.

Frente a esta vorágine de la fecundidad y de los lazos familiares mi cuarto era el único lugar parecido a un refugio. El espacio donde poder tomar un respiro y donde el tiempo podía cobrar una dimensión más íntima. Ahí leía, dibujaba. Mi padre me sacaba, rompiendo esa armonía, cuando nos venía a buscar los fines de semana, a mi hermano y a mí. Los fines de semana, como si fuéramos presos. Eran salidas donde jugábamos en la plaza, donde desarrollábamos actividades masculinas, y las cuales, al cabo de un rato de fingida aceptación, abandonaba alegando que estaba fatigado. Por supuesto recibía toda clase de insultos que hoy, entiendo justificados.

domingo, marzo 02, 2008

Deshecho en Bajo Flores.
Apuntes sobre el asunto Bolivia Construcciones


Un fantasma recorre el desprolijo trazado de las calles del Bajo Flores. Ese fantasma no es otro que el revuelo producido por el radical debate que encendió la premiación y el castigo de la novela Bolivia Construcciones, triunfadora del concurso La Nación-Sudamericana, excomulgada luego por plagiadora de la novela Nada de Carmen Laforet.
Como sabemos, la historia de la toma de posiciones en nuestra patria nunca aprendió a contar hasta tres. Así, todo debate se dirimió siempre entre quienes estaban a favor o en contra: Federales o Unitarios, Azules o Colorados, Radicales o Peronistas, estatistas o privatistas. En el caso que nos toca, aquellas antiguas dualidades se convierten en a favor de Bolivia Construcciones o del lado de su defenestración.
Hasta hace muy poco, los bolivianos del sur de la ciudad, pasaban sus días acunados por la cadencia de la cumbia villera o sacudidos por las disputas territoriales de los narcos.
Hoy, en cambio, están conmocionados por un debate que los toca de cerca. No, no se trata de la discusión respecto de un digno planeamiento urbano para el Bajo Flores, ni de una esperada intervención del Estado en materia de seguridad para esa castigada barriada, mucho menos, la conmoción se debe a que las virtudes del plan económico del presente gobierno, no terminan de pulverizar la famosa brecha de la desigualdad social.
No, lo que les sucede, lo que les acaece, es el debate –que los tiene de referente si es que hay algo fuera del discurso– en el cual los intelectuales de la carrera de Letras y sus sucedáneos –suplementos literarios, programas especializados, etc.- no dejan de dispararse de una vereda a la otra de sus ideas, remedando a la manera de una sutil cita, la vida cotidiana de los sujetos que la ficción en cuestión (Bolivia…) quiere “(re)construir”.
Esto, fiel a la tradición bipolar mencionada líneas atrás, dispone un juego de dos escenarios que podrían multiplicarse en espejo varias veces: la ficción y la realidad, los que están a favor o en contra, los premios y los castigos, los originales y las copias, los intelectuales y el pueblo, lo alto y lo bajo, los críticos y la crítica, etc., etc.
Lo cierto es que en los pasillos de la villa que Aira supo entrever como un arbolito de navidad en su novela La villa, los bolivianos cambiaron sus cds truchos de cumbia villera por otros de música contemporánea y hasta apagaron sus televisores para salir corriendo a conseguir, como sea, el material bibliográfico donde encontrar una salida al complejo berejenal teórico en el que se encontraron o se sintieron puestos.
En un salvavidas terórico, Elsa Drucaroff (profesora de Letras) les propone (a los habitantes de la ficción-realidad del Bajo Flores) que podrían empezar con textos del grupo Bajtín.
Porque la historia tiene vueltas que suelen ser insospechadas ¿quién iba a decir que un debate entre intelectuales, en principio un mero rumoreo académico, se iba a transformar en este estado prerrevolucionario que se respira en el aire como en las vísperas del famoso octubre rojo?
Convencidos de que la cercana revolución se amasa en los calurosos debates nunca exentos de sesudos intercambios de ideas, los bolivianos se empapan con la teoría literaria del siglo XX y se plantean por ejemplo “qué es la intertextualidad y cuáles pueden ser sus alcances”, se animan a pensar “qué es un autor” y se trasnochan dilucidando de qué manera el territorio de la literatura debe estar a salvo de los alcance de lo que Panesi llamaría una lectura legalista sobre la producción literaria.
A la que los bolivianos agregan: “si acordamos con Panesi que la primera lectura del jurado sobre Bolivia Construcciones fue literaria y la segunda fue jurídica, por lo menos debería haberse leído la novela una tercera vez”.
Sugerencia para ser tenida en cuenta, sin embargo, los bolivianos saben que viviendo en un país de lógica binaria una tercera lectura es casi improbable.
Mientras tanto, en los pasillos de la facultad de Letras crece el amargo rencor de las capillas. Unos y otros, siempre en parejitas, se disputan las verdades, las ponencias, las aguantadas de parada, para ver quién, de qué manera, se queda con el reino un poco más de tiempo. Cada vez que aparece un paper polémico y en él se lee un halago, todos sabemos que detrás de esa flor puede aparecer un cuchillo como aquel que analizó Martinez Estrada.